Era un rey malvado,
Soberbio y avaro,
Que a todos trataba,
Como a sus esclavos.
No tenía amigos,
Sólo castillos,
El rey se sentía,
Triste y vacío.
Pero un día,
Sólo y enfermo se halló,
Y se dio cuenta,
Que se equivocó.
Por eso les digo,
A quienes me escuchan,
Que el mayor tesoro,
Son nuestros amigos.
Piero Carella
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